En Restauradores, justo a la salida del metro, hay una tienda de souvenirs donde venden postales. Yo escogí la de un callejón estrecho donde aparece el típico vagón amarillo que se cruza la ciudad mientras le esperan los turistas. Estaba lloviendo y decían que no iba a parar hasta la noche.
Si te soy sincera, yo esperaba que cuando llegaras otro horizonte cambiara el paisaje, que la lluvia lo borrase todo y que esta ciudad no te reconociera. Pero la realidad es que Lady Madrid sigue siendo como la primera vez y a mí siempre me pilla por sorpresa. Con la luz de su parte, la misma mirada inquieta, la misma boca de revolución. Ese culo platónico y esa voz que me atrapa en un lugar donde planean mil preguntas que se responden sin ella.
Hacia el sur, pasando el puesto de castañas y cruzando el Arco de la Rua Augusta, encontrarás la Plaça do Comércio. Allí Lisboa acaba en un paseo marítimo donde el Tajo se adueña de la ciudad. Yo estaba como siempre haciendo fotos y tú no sé donde estabas. Pero una niña iba y venía en bicicleta como si quisiera explicarme que a pesar de todo, en este caso, la distancia nunca fue el problema, si no la solución.
En el centro, está la estación de Rossio. Desde allí salen trenes hacia todas partes y la gente se saludaba y se despedía casi de la misma manera. Yo nunca he entendido cómo puede ser lo mismo un tren que llega que un tren que se marcha. Pero ahora lo entiendo. Y es que no, esto no es mi tren perdido. Yo nunca quise saber donde íbamos porque este viaje contigo era así…Pero ahora que entrego mi suerte, me despido porque ya no sé cuántas emociones es capaz de soportar un beso que se aparta, ni cuántas sonrisas puede resistir una imagen, ni si esto que sucede es error o destino. Pero lo que he aprendido es que la esperanza es para los corazones fuertes y que a veces la ilusión no cabe en todas partes.
Y ahora que ya no importa que Lisboa te sonría desde una postal o que el Atlántico te haya mirado por fin como te miro yo, confundido como si le hubieras robado algo… ahora solo me queda esperar que la poesía se equivoque esta vez. Y entonces no seas tú quien se confunde conmigo porque no soy lo que esperabas…si no que más bien sea yo la que descubra que así no podia ser lo que quiero ser. “Feliz. Al fin y al cabo siempre se ha tratado de ser eso…”
Ojalá tú también lo seas.
Y ojalá siempre me debas a Lady Madrid…